Con nervios, entusiasmo y un toque de incertidumbre, Cassandra Yamileth López Gallardo, estudiante de la Facultad de Psicología de la Universidad Autónoma de Sinaloa (UAS), se prepara para iniciar su servicio social en la asociación Cáritas Diocesana de Culiacán.
Su historia no solo refleja la dedicación académica de una joven universitaria, sino también el impacto positivo de los apoyos institucionales que le permitieron concluir sus estudios y proyectarse hacia su futuro profesional.
Cassandra vive con discapacidad motriz y talla baja, lo que significó un reto al ingresar a la universidad, sin embargo, asegura que su experiencia fue favorable gracias al respaldo de sus compañeros, docentes y del programa de Atención a la Diversidad (ADIUAS) que tiene como misión eliminar las barreras para el aprendizaje, además de apoyar la formación integral e inclusiva del alumnado con una Necesidad Específica de Apoyo Educativo (NEAE).
“Siempre tuve apoyo de ellos, tanto de maestros como de compañeros que se acercaban a preguntarme si necesitaba algo, y eso me ayudó a adaptarme mejor”, recuerda.
Durante la entrevista que sostuvimos con ella, dijo valorar profundamente las atenciones recibidas y que hoy se traducen en su ingreso al servicio social, como último paso para terminar sus estudios y tramitar su título universitario.
“Considero que fueron suficientes, porque tuve el honor de conocer a personas de ADIUAS que se acercaban a mí para preguntarme cómo iba con mis materias, con los maestros, cualquier queja. Sí me ayudó”.
Por otro lado, compartió que uno de los aspectos más relevantes fue la búsqueda de accesibilidad a los espacios universitarios. Aunque reconoce que las rampas disponibles resultaban demasiado empinadas, la universidad se encargó de ubicar sus salones en espacios de fácil acceso.
Además, siempre contó con la disposición de sus compañeras de aula para apoyarla en los traslados.
“Sí me hubiera gustado que las rampas fueran menos inclinadas para poder moverme con mayor facilidad, pero mis compañeras siempre buscaban la manera de ayudarme”, comenta.
Durante su formación, las prácticas profesionales marcaron un punto de satisfacción personal, señalando que al inicio le costó adaptarse, pero durante sus prácticas con niños descubrió que realmente le gustaba.
“Los maestros siempre reconocieron mi trabajo y eso me motivó mucho”, dijo.
Ahora, con la mirada puesta en el servicio social, Cassandra tiene claro que esta etapa le permitirá aplicar los conocimientos adquiridos en el aula y crecer como profesionista.
“Quiero aportar todo mi empeño y aprender de las personas, ya no solo desde la teoría, sino con experiencias reales”, afirma, considerando que el reto será enriquecedor y le permitirá “darse a conocer por su trabajo”.
Respecto a los apoyos para estudiantes con necesidades específicas de apoyo educativo (NEAE), Cassandra destaca la importancia de mantener estrategias personalizadas y una comunicación constante entre estudiantes, profesores y personal de apoyo.
“Recomendaría seguir fomentando un ambiente seguro, de confianza, donde los estudiantes se sientan escuchados y acompañados”, sugiere.
Su mensaje para otros jóvenes con discapacidad es claro: confiar en uno mismo. Sentirse cómodos con sus compañeros y con el personal, porque esa convivencia es clave para lograr una atención integral y avanzar en la carrera.
Por último y con la meta firme de titularse y ejercer su profesión, Cassandra se proyecta como un ejemplo de resiliencia y perseverancia. Su paso por la universidad demuestra que, con los apoyos adecuados y la actitud fuerte de quienes se enfrentan a los retos, la inclusión puede transformarse en historias de éxito.